Trump, México y un bolillo duro
Tuve un sueño. Un político proteccionista, antiestablishment,
enemigo del libre comercio –que cree que los medios están conspirando contra él
y le endilga la causa de todos los problemas de su nación a la mafia del poder, ofreciendo respuestas
fáciles a problemas complejos y además es enemigo de la globalización y
considera que el TLCAN/NAFTA es el peor tratado firmado en la historia—ascendía
al poder. Desperté agitado, confundido. ¿Acaso ya estamos en el 2018? ¿AMLO es
el nuevo presidente? Preocupado por el acontecer de la historia. Soy un hombre
global. Revisé las noticias en el único lugar donde no manipulan, según los
progres: el feis. Un link me llevó a diversos titulares: “A temblar. Trump es
electo presidente” O este: “Trump sacude al mundo al noquear a Hillary”. Le di
una mordida a mi bolillo duro de La Esperanza, porque la esperanza es lo último
que muere y porque morder un bolillo duro es bueno para lo sustos, según. Hastiado de las noticias, pasé a leer los
comentarios del feis. Tengo amigos cosmopolitas
y doctos que siempre me dan luz. Pero sus comentarios, lejos de animar mi
espíritu afligido, como si cargará sobre mí la muerte de un hombre, Layo o el
rey Hamlet, por ejemplo, pusieron sobre mis hombros un peso aún mayor: “la
muerte de la democracia”; “la democracia se ha agotado”. Le di otra mordida al
bolillo. Sólo me animé cuando alguien escribió: “que era el momento de crecer,
de construir, de hacer grande al país”. De inmediato imaginé a mis compatriotas
y a todos los Don Vergas de México, codo a codo, construyendo un mejor país,
fortaleciendo las instituciones democráticas. Me emocioné tanto que casi me
acabo el bolillo. Seguí bajando el cursor en busca de aliento y me encontré con
cierta información esclarecedora. Entre ellas un artículo del economista Daniel
LaCalle (lo adjunto al final), quien explicaba lo siguiente:
a) La deuda en EUA aumentó un 121% con Obama y el crecimiento
fue el más pobre en décadas, menos de la mitad de su potencial. Pensé en mi México
lindo y querido, donde la deuda pública es del orden del 51.9%.
b) En Estados Unidos el empleo temporal se sitúo en 18,2%
(menos de 35 horas semanales), es decir, niveles considerados de
recesión. Para octubre, según LaCalle se mostraba una destrucción de
empleos fijos de 103.000 y creación de empleo temporal de 90.000. “A propósito,
cuando piensen en empleo fijo y temporal en EEUU, piensen en condiciones de
flexibilidad que aquí no imaginaríamos jamás”. Nuevamente pensé en mi México lindo y querido,
donde los últimos datos del INEGI apuntan hacia la pauperización del empleo con
ingresos mensuales inferiores al salario mínimo. No hay incentivos fiscales para que las
empresas contraten gente por la buena y muchos empresarios optan por tenerlos sin
registrar ante el IMSS hasta que les llega una revisión. Esto es muy
importante, pues hasta donde me enseñaron los empleos los generan las empresas,
no los gobiernos.
c) La implantación del llamado Obamacare (Affordable Care
Act) que ha hecho una sanidad pública cara e ineficiente aún más cara e
ineficiente. En México, por ejemplo, tenemos un sistema de salud deficiente,
caro, fragmentado, cuyos escasos recursos no se utilizan de forma adecuada
(gasta más en burocracia que en medicinas), y que además enfrenta un recorte
presupuestal en áreas y programas importantes. Si el Sistema de Salud mexicano
sobrevive y da la cara, muchas veces es por esfuerzos individuales destacados
que se tornan colectivos.
d) Un malestar generalizado por las reformas de Obama. En
México, una molestia profunda contra las reformas estructurales.
Lo anterior nos arroja un panorama bastante peculiar. El voto
que fue para Trump, en realidad es un voto de la clase trabajadora, pobre,
desempleada, harta de la mafia del poder, contra la clase política de siempre.
Algo que podría ocurrir en México. Muchas de las condiciones políticas y
económicas están dadas aquí. La gente ya se cansó de los políticos y quiere
respuestas sencillas a problemas complejos. Y hay políticos de siempre que se
venden como fuera del establishment, renovadores,
antisistema, “no somos iguales”, cuya fuerza electoral radica en su persona y
no en su programa (si les quitas la persona no tienen nada). Los populistas,
ultranacionalistas, conservadores, proteccionistas, rancios van a la alza. Mejor me termino mi
bolillo. Por cierto, la democracia no ha muerto. Por fortuna sigue viva, aunque
muchos ya hayan decretado su muerte o la aborrezcan.
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